Nuestros ritmos laten junto al ritmo del Corazón de La Tierra y el Corazón del Cielo, pues todo y todos estamos interrelacionados. Los Abuelos y Abuelas Mayas ancestrales tenían este conocimiento, observaron y se conectaron profundamente con la Madre Tierra y el Padre Universo, y a partir de esa observación consciente y armónica construyeron una cultura milenaria llena de poder y sabiduría.
Los Mayas alcanzaron un vasto saber como calendaristas, astrónomos, arquitectos, agricultores, entre otras ciencias. Su sabiduría en estos campos se entretejía de tal manera que los ciclos astronómicos se recreaban en sus ciudades, sus calendarios estaban conectados con los ciclos del Sol, de la Luna, de Venus, del Ser Humano, del Maíz.. pues la Cosmosvisión Maya tiene la conciencia del vínculo que existe entre cada aspecto y elemento, de esa unión que da sentido a la existencia individual y colectiva.
De esta manera, nuestros abuelos y abuelas registraron el caminar del Sol en sus Equinoccios y Solsticios, en su paso por el Cenit y el Nadir y este ciclo solar esta plasmado en el Calendario Agrícola y Solar Haab’ de 365 días, que es parte del tejido de calendarios que nos permiten transitar los ciclos del tiempo y esta realidad.
El tiempo que transcurre entre cada Equinoccio, Solsticio, Cenit y Nadir es contado en períodos de 13 días. El número trece es parte esencial del Calendario Sagrado Cholq’ij de 260 días (calendario compuesto por 20 energías que confluyen con 13 numerales 13 x 20 = 260). Los 260 días de Cholq’ij cuentan tiempo que transcurre desde el paso del Sol por el Cenit (luego del Solsticio de Verano) hasta el próximo Sol Cenital, este período de 260 días también está relacionado a los ciclos del Maíz y al tiempo de gestación del Ser Humano, esto nos muestra esa visión que tenían los ancestros Mayas de la unión que existe entre todas las cosas.
También puede decirse que las ciudades mayas son un mapa de los astros, ya que las pirámides y los edificios registran el tránsito de cuerpos celestes como el Sol. Las alineaciones que se producen en momentos importantes del año están marcadas por los templos. Por ejemplo, el Templo de Kukulkán en Chichén Itzá tiene cuatro escalinatas de noventa y un escalones cada una, más un escalón en el Templo Superior, lo que nos da 365 escalones en total, estos números están ligados al Calendario Solar y a los cuatro Guardianes del Tiempo y Contadores de los Días. En el altiplano, la naturaleza, a través de sus montañas, nos ayuda a seguir el camino del Sol en cada una de sus estaciones. En el altiplano, la naturaleza a través de sus montañas nos va marcando el caminar del Sol en cada una de sus estaciones. En las tierras bajas, donde no hay muchas montañas, son los templos quienes nos sirven como marcadores astronómicos, replicando a las montañas y la naturaleza para registrar el paso del Padre Sol.
El caminar del Padre Sol marca en este día el momento del Equinoccio, un momento conocido por los Abuelos y Abuelas sabios como Sukul Upam Ri Q'ij, que significa "el estómago del Sol está en el centro". Durante el Equinoccio el día y la noche duran lo mismo y surge un equilibrio entre la luz y la oscuridad: todo está en el centro.
Este Sukul Upam Ri Q’ij sucede en un día Waqib -6- Q’anil, que nos invita a sembrar armonía en nuestro ser, a aprender a observarnos, a sentir nuestros sentimientos con presencia y conciencia, y así crecer desde nuestra vulnerabilidad, sacando a la luz aquello que está en la sombra y que necesita ser sanado. Al momento del Equinoccio podemos encender una vela roja y una negra para abrir el portal de conexión con la energía de este momento, sentémonos entre ambas velas y hagamos una concentración, aprovechemos este tiempo de equilibrio para buscar nuestro balance interior en las manifestaciones material y espiritual, mental y emocional.
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